Cosas básicas que hay que saber con gatitos recién nacidos y huérfanos

Tratar gatitos recién nacidos es uno de los mayores retos en la medicina felina por su pequeño tamaño y la propensión de su salud a deteriorarse con rapidez. Si, además, estos gatitos, por la razón que sea, no han podido recibir alimento ni cuidados de la madre en los primeros días de vida su situación se puede volver muy peligrosa. El motivo es que durante las primeras semanas de vida los gatitos reciben la protección contra muchas enfermedades infecciosas a través de la leche de la madre. Los bebés tienen un sistema inmunológico inmaduro y necesitan de las defensas maternas para sobrevivir.

Controlar la temperatura

La temperatura ideal para un bebé debería estar en torno a los 36 y 37 grados (no alcanzan los 38° C hasta las 4 semanas). Los gatitos recién nacidos no tienen mecanismos de regulación de su temperatura, como pueden ser los escalofríos, no tienen reservas de glucógeno en el hígado que les sirva para generar energía, como una caldera interna, y, además, su relación superficie/peso corporal es muy alta, lo que favorece una rápida pérdida de calor. Por este motivo, es muy importante el control de la temperatura ambiental: para unos gatitos sin madre deberemos tener una temperatura ambiente de 32°C durante las dos primeras semanas, y de 22°C las dos siguientes.

Cuando unos gatitos neonatos tienen una temperatura corporal inferior a 35°C pierden el reflejo de succión (y, por lo tanto, no se alimentarán), sufren hipotermia, respiración deprimida, deterioro del sistema inmunológico, disminución de los latidos cardíacos y parada de la motilidad intestinal. Por ello, nuestra tarea principal no es dar de comer a los gatitos, sino subir su temperatura para atajar la hipotermia. Es más, si los forzamos podemos empeorar las cosas al existir el riesgo de que la leche termine alojada en sus pulmones (neumonía por aspiración) si el gatito regurgita la comida debido a la disfunción de su motilidad intestinal.

La recuperación de su temperatura hasta los niveles adecuados tiene que hacerse con cuidado porque un calentamiento excesivamente rápido puede ser la causa de una excesiva demanda metabólica que provoque deshidratación, hipoxia y pérdida de la integridad cardiovascular.

Siguientes pasos

Una vez recuperada la temperatura, y por lo tanto recuperado también el reflejo de succión, es el momento de dar de comer a los gatitos. Es importante controlar el nivel de glucosa en sangre, pues debido a la inmadurez de su función hepática puede situarse por debajo de los 50 mg/dl debido a la falta de alimento o a alguna infección.

Con nuestros pequeños gatitos calientes, con los niveles de glucosa normales, hidratados y alimentados es el momento de revisar sus pieles en busca de pulgas y garrapatas y comenzar un protocolo de desparasitación.

Por último, debemos tener en cuenta que los gatitos no tienen una madre que los lama y así estimule su tracto digestivo. Por este motivo, es necesario que frotemos su zona genital y anal con un algodón humedecido en aceite mineral o agua templada, con suavidad, para que orinen y defequen. La orina de los neonatos es prácticamente incolora, de modo que si la vemos de color amarillo intenso nos puede estar indicando que el gatito está deshidratado.

La primera semana de vida es crítica para los gatitos. Una vez pasada la primera semana las tasas de mortalidad descienden drásticamente. Por eso, si tienes o encuentras un gatito recién nacido que no está muy activo, o que tienen problemas para comer, no para de maullar, está deshidratado, con la barriga hinchada o que no está calentito debes acudir con él al veterinario.

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